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Perspectiva de la economía mundial: Informe de enero de 2021

Situación y perspectivas de la economía mundial: Informe de enero de 2021

 

A medida que el brote pandémico de COVID-19 en marzo de 2020 amenazaba con arrastrar a la economía mundial a una crisis profunda y prolongada, los bancos centrales se convirtieron una vez más en la primera línea de defensa para países de todo el mundo. En 2020, alrededor de 94 autoridades monetarias recortaron sus tipos de interés, a menudo en reuniones de emergencia. En medio de una tensión aguda en los mercados financieros, los bancos centrales también desplegaron rápidamente una amplia gama de medidas de política, destinadas a prevenir una crisis de liquidez y respaldar los flujos de crédito.

Con tipos de interés cercanos al límite cero, los bancos centrales de las principales economías desarrolladas respondieron en gran medida a la crisis mediante la introducción de medidas de relajación cuantitativa a una escala sin precedentes. La Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) anunció una compra ilimitada de deuda respaldada por el gobierno y también comenzó a comprar bonos corporativos por primera vez. El Banco de Japón también se comprometió a comprar una cantidad ilimitada de bonos del gobierno, mientras acelera la compra de activos de riesgo, incluidos fondos negociables en bolsa y bonos corporativos. Además, el Banco Central Europeo (BCE) lanzó un programa de compra de bonos de emergencia, al mismo tiempo que flexibilizó los estándares de garantía y amplió la gama de activos elegibles. Estas medidas llevaron a la expansión de los balances de los bancos centrales a niveles récord (Figura 1).

Entre las economías en desarrollo, la severidad del shock llevó a varios bancos centrales a introducir medidas de política monetaria no convencionales. Los bancos centrales, incluidos Chile, la República de Corea, Turquía y Sudáfrica, lanzaron programas inaugurales de compra de activos que se orientaron principalmente a la compra directa de bonos del Estado. Sin embargo, a diferencia de los países desarrollados, las compras de activos por parte de la mayoría de los países en desarrollo no tenían como objetivo explícito proporcionar apoyo crediticio. Más bien, estaban dirigidos a abordar las dislocaciones de los mercados financieros debido a una mayor aversión al riesgo y sirvieron como una señal de la voluntad de los bancos centrales de asumir el papel de compradores de último recurso.

El panorama mundial posterior a la pandemia se caracterizará por economías estructuralmente más débiles y un espacio fiscal más limitado

Las acciones políticas rápidas y agresivas de los bancos centrales fueron fundamentales para revertir la mayor parte del estrés financiero causado por la pandemia. Complementadas con importantes paquetes de estímulo fiscal, las inyecciones de liquidez de los bancos centrales ayudaron a evitar efectos de retroalimentación negativa entre el sistema financiero y la actividad económica real. Sin embargo, si bien se ha evitado una crisis más profunda a corto plazo, los bancos centrales se enfrentan a un entorno operativo cada vez más desafiante, caracterizado por economías estructuralmente más débiles, mayor incertidumbre y sistemas financieros más frágiles. Esta nueva realidad poscrisis puede obligar a repensar el papel de los bancos centrales y la política monetaria.

La pandemia ha exacerbado las vulnerabilidades internas existentes en muchos países, provocando daños duraderos en las perspectivas de crecimiento y desarrollo. La pérdida masiva de empleos debido a la crisis ha empujado a millones a la pobreza, especialmente en países sin redes de seguridad social adecuadas. Los efectos desproporcionados de la pandemia en los trabajos poco cualificados y con salarios bajos también conducirán a una mayor desigualdad de ingresos. En medio del colapso de la demanda global, las perspectivas para la inversión global se han ensombrecido, exacerbando los vientos en contra para el crecimiento de la productividad. Es importante destacar que, a medida que los gobiernos se concentran en abordar una multitud de riesgos a corto plazo, los esfuerzos para combatir el cambio climático y acelerar la transición hacia la energía limpia podrían quedar relegados en los próximos años.

Si bien es vital para evitar el colapso económico, las grandes intervenciones fiscales durante el último año han dejado a muchos gobiernos con cargas de deuda récord, lo que genera preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda pública en el futuro. La situación es particularmente precaria entre las economías en desarrollo más vulnerables, incluidos los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo, un número cada vez mayor de los cuales corren un alto riesgo o ya padecen problemas de deuda soberana. Dadas las posiciones presupuestarias significativamente más débiles, un gran número de países no tiene la capacidad fiscal suficiente para responder de manera efectiva en caso de que otra gran conmoción golpeara la economía. Además, muchos gobiernos tendrán dificultades para financiar inversiones muy necesarias en áreas clave del desarrollo sostenible, como salud, educación, infraestructura física y digital y transición energética.

¿Deberían los bancos centrales desempeñar un papel activo en el impulso del desarrollo sostenible?

A medida que el espacio fiscal se reduce entre los países, una pregunta clave es si los bancos centrales deberían desempeñar un papel más importante en la promoción del desarrollo sostenible en el futuro. Desde la crisis financiera mundial, los bancos centrales han demostrado constantemente su capacidad para estar a la altura de las circunstancias, yendo mucho más allá de las medidas monetarias convencionales para restaurar la estabilidad del mercado y respaldar el crecimiento a corto plazo. Con el avance de la vacuna que ofrece la esperanza de un final previsible de la pandemia, los países ahora están centrando su atención en el diseño de estrategias de políticas para reconstruir mejor. En este aspecto, existe potencial para que los bancos centrales contribuyan más a una recuperación más sólida e inclusiva. Esto posiblemente podría lograrse mediante la integración de consideraciones de desarrollo sostenible en las decisiones de política monetaria y financiera.

Se argumenta ampliamente que los bancos centrales no deberían perseguir directamente los objetivos de desarrollo sostenible, ya que esta expansión de responsabilidad podría reducir su eficacia en el cumplimiento de los mandatos tradicionales. De una muestra de 135 bancos centrales en todo el mundo, solo el 12% tiene mandatos que incluyen explícitamente el desarrollo sostenible como objetivo, mientras que otro 40% desempeña un papel en el apoyo a las agendas de políticas de desarrollo de sus gobiernos. Sin embargo, un número creciente de bancos centrales está reconociendo la necesidad de responder a los riesgos no económicos y otros problemas de desarrollo sostenible. En Asia y el Pacífico, el 94% de los bancos centrales encuestados creían que deberían desempeñar un papel en la promoción de las finanzas verdes. El BCE también planteó recientemente la posibilidad de abandonar el principio de ‘neutralidad del mercado’ en sus compras de bonos corporativos.

Los crecientes desafíos del desarrollo sostenible pueden afectar directamente a los objetivos centrales de los bancos centrales de preservar la estabilidad financiera y de precios. Los crecientes efectos del cambio climático, incluidos los choques meteorológicos y los desastres naturales más frecuentes, podrían causar escasez de alimentos y energía, ejerciendo una presión al alza sobre la inflación. Además, las regulaciones gubernamentales más restrictivas relacionadas con el clima podrían resultar en una fuerte revalorización de los activos, exponiendo a las instituciones financieras a grandes pérdidas y amenazando la estabilidad financiera.

Creciente interés en la compra de activos por parte de los bancos centrales que promueven la actividad sostenible

En los últimos meses, muchos países desarrollados expandieron sus programas de flexibilización cuantitativa para incluir la compra de activos corporativos en una amplia gama de sectores. Sin embargo, es importante señalar que los bancos centrales de la mayoría de los países han estado comprando activos financieros privados como parte de sus carteras de reservas. Al diseñar futuras estrategias de compra de activos, los bancos centrales podrían dar preferencia a los activos que promueven el desarrollo sostenible, como los bonos verdes y los bonos de impacto social. Esta sería una respuesta a los crecientes pedidos para que los bancos centrales se involucren en inversiones de impacto social, incluso en las áreas de vivienda asequible, energía renovable y microfinanzas. En 2019, el Banco de Pagos Internacionales (BPI) lanzó un fondo de bonos verdes, destinados a ayudar a los bancos centrales a incorporar objetivos de sostenibilidad ambiental en sus marcos de gestión de reservas. Además, Sheng (2015) señaló que si los bancos centrales se unieran a los Principios de Inversión Responsable (PRI) de las Naciones Unidas, se agregarían fondos por un valor estimado de 22 billones de dólares a los 44 billones de dólares de activos gestionados de acuerdo con estos Principios. Actualmente, los bancos centrales de Finlandia y los Países Bajos son los dos únicos bancos centrales signatarios del PRI. Un estudio del BPI destacó que la inclusión de inversiones sostenibles en las carteras de reserva no tiene por qué ser a expensas de la seguridad y el rendimiento, sino que podría generar ganancias de diversificación para los bancos centrales. Sheng (2015) señaló que si los bancos centrales se unieran a los Principios de Inversión Responsable (PRI) de las Naciones Unidas, se agregarían fondos por un valor estimado de 22 billones de dólares a los 44 billones de dólares de activos administrados de acuerdo con estos Principios. Actualmente, los bancos centrales de Finlandia y los Países Bajos son los dos únicos bancos centrales signatarios del PRI. Un estudio del BPI destacó que la inclusión de inversiones sostenibles en las carteras de reserva no tiene por qué ser a expensas de la seguridad y el rendimiento, sino que podría generar ganancias de diversificación para los bancos centrales. Sheng (2015) señaló que si los bancos centrales se unieran a los Principios de Inversión Responsable (PRI) de las Naciones Unidas, se agregarían fondos por un valor estimado de 22 billones de dólares a los 44 billones de dólares de activos administrados de acuerdo con estos Principios. Actualmente, los bancos centrales de Finlandia y los Países Bajos son los dos únicos bancos centrales signatarios del PRI. Un estudio del BPI destacó que la inclusión de inversiones sostenibles en las carteras de reserva no tiene por qué ser a expensas de la seguridad y el rendimiento, sino que podría generar ganancias de diversificación para los bancos centrales.

Papel de las políticas prudenciales y la regulación financiera

También se pide cada vez más a los bancos centrales que utilicen políticas prudenciales y regulación financiera para orientar los recursos financieros hacia una actividad económica más productiva y sostenible. A raíz de la crisis financiera mundial, muchos bancos centrales, especialmente en Asia, introdujeron medidas destinadas a frenar la inversión especulativa en sectores específicos, incluidos los mercados de valores y de propiedad. Hoy en día, la aparición de nuevas fuentes y la transmisión de riesgos podrían requerir una mayor diferenciación en los marcos de regulación de los bancos centrales. En particular, los crecientes riesgos físicos, de transición y de responsabilidad debido al cambio climático están planteando una preocupación creciente para los responsables de la formulación de políticas, dadas sus posibles implicaciones sistémicas en los sistemas financieros y en el crecimiento sostenible. En 2019, la Red para Ecologizar el Sistema Financiero publicó un conjunto de recomendaciones para facilitar la gestión del sector financiero de los riesgos climáticos. Esto incluye evaluar la exposición de las instituciones financieras a activos “marrones” y otros activos insostenibles, así como incorporar los riesgos climáticos en las pruebas de resistencia de los bancos. Además, aunque algunas empresas han comenzado a informar sobre el posible impacto financiero de los riesgos climáticos en sus balances, esta divulgación sigue siendo de naturaleza voluntaria. En este aspecto, se ha pedido a los bancos centrales que hagan obligatoria la presentación de informes de sostenibilidad para las instituciones financieras. Si bien algunas empresas han comenzado a informar sobre el impacto financiero potencial de los riesgos climáticos en sus balances, esta divulgación sigue siendo de naturaleza voluntaria. En este aspecto, se ha pedido a los bancos centrales que hagan obligatoria la presentación de informes de sostenibilidad para las instituciones financieras. Si bien algunas empresas han comenzado a informar sobre el impacto financiero potencial de los riesgos climáticos en sus balances, esta divulgación sigue siendo de naturaleza voluntaria. En este aspecto, se ha pedido a los bancos centrales que hagan obligatoria la presentación de informes de sostenibilidad para las instituciones financieras.

Aumento de la disponibilidad de financiamiento para el desarrollo

En respuesta al fuerte impacto de la pandemia en los hogares y las empresas, muchos bancos centrales lanzaron programas de préstamos para canalizar fondos hacia las pequeñas y medianas empresas (PYME). De cara al futuro, el suministro continuo de recursos financieros no solo a las pymes y microprestatarios, sino también a industrias específicas, será esencial para garantizar una recuperación más sostenible e inclusiva. Los bancos centrales pueden desempeñar un papel más importante en el diseño de programas de crédito especializados para las pymes, lo que también podría condicionarse a que estas empresas creen puestos de trabajo en áreas sostenibles. Sobre la base de la experiencia de varios países en desarrollo, como India, Malasia y Tailandia, las políticas de préstamos para sectores prioritarios pueden mejorar el acceso al crédito para los sectores desatendidos. Los bancos centrales también podrían introducir una diferenciación en las tasas activas, exigir a los bancos que ofrezcan menores costos de endeudamiento a los sectores que promueven el crecimiento sostenible, como la agricultura sostenible y la infraestructura rural, y las energías renovables. Estas medidas no solo podrían mejorar la inclusión financiera, sino también apoyar los esfuerzos hacia la erradicación de la pobreza y el cumplimiento de los objetivos ambientales.

Riesgos y desafíos políticos

Si bien existen muchas opciones de políticas para que los bancos centrales promuevan resultados sostenibles, un movimiento en esta dirección podría implicar desafíos y riesgos importantes. La preocupación más discutida es que una mayor expansión de los mandatos de los bancos centrales podría afectar su efectividad para lograr sus objetivos principales de estabilidad financiera y de precios. Las regulaciones que intentan orientar los flujos financieros privados a sectores específicos, como las energías renovables, podrían distorsionar los mercados financieros y afectar la estabilidad financiera. Además, los mandatos sobrecargados de los bancos centrales pueden no solo reducir la eficacia de las políticas, sino también generar efectos indirectos no deseados en otros sectores de la economía. Por ejemplo, El uso de políticas monetarias no convencionales durante la crisis financiera mundial para respaldar la demanda también contribuyó a una mayor volatilidad del capital, al tiempo que condujo a un aumento del endeudamiento. La búsqueda del desarrollo sostenible por parte de los bancos centrales también podría plantear dudas sobre su responsabilidad e independencia, socavando así la credibilidad de la institución. En particular, la superposición de responsabilidades con otras agencias gubernamentales podría generar preocupaciones sobre la influencia política sobre el banco central.

En medio de un panorama pospandémico muy desafiante, las crecientes demandas de los bancos centrales requerirán algunos cambios en la forma en que operan actualmente, para mantener la credibilidad y la eficacia de las políticas. En particular, es probable que aumenten los debates sobre las estructuras de responsabilidad y gobernanza. Una mejora en la transparencia podría ayudar a mejorar la responsabilidad del banco central. Además, una comunicación clara y coherente será clave para ayudar al público a comprender mejor la motivación detrás de las nuevas acciones políticas.

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